Una vez más, los violentos, los imbéciles de siempre, se salieron con la suya. Y lo que es peor, al público genuino que todavía apuesta, que todavía gasta sus últimos pesos para disfrutar la esencia de un espectáculo muchas veces bastardeado, le quitaron una de esas alegrías que irradia el fútbol, de esas que no sobran. El fútbol salteño, que atraviesa una aguda crisis en cuanto a convocatoria, protagonismo y seguridad, sufrió ayer otro duro cachetazo por parte de aquellos idiotas que intentan hacer de la pasión un negocio. Y lamentablemente, hasta ahora, pocos se animan a enfrentarlos en serio.
Estos grupos de inadaptados que imperan en los clubes salteños están individualizados desde hace tiempo y curiosamente sigue actuando con total impunidad y tienen el libre ingreso como “panchos por su casa”, mientras que a un trabajador de prensa, por citar un ejemplo, le requisan hasta los encendedores.
El derecho de admisión aplicado ayer en el Martearena sirvió de poco, porque el objetivo de parte de la barra antoniana, de “parar” el partido, se llevó a cabo con total éxito, en un estadio que muestra tantas grietas como el operativo, por ejemplo la ausencia de espirales en los alambrados. ¿Boicot a Rubén González por las entradas de favor no concedidas? ¿Una expresión de repudio a la dirigencia? ¿Un gesto de ostentación de poder? Nada, absolutamente nada, justifica el atentado en contra de los flacos bolsillos del bien llamado hincha, ese que había preparado una fiesta, que había asistido con su familia y que tuvo que marcharse desconcertado, estafado y con el corazón vacío. Pero no todo pasa por un clásico sin jugarse. Es más grave aún el descrédito del vapuleado hincha que se acrecienta y el crimen perfecto y sistemático del fútbol, que orquestan y ejecutan los desubicados de siempre y que omiten los que tienen herramientas para frenarlos y que no hacen otra cosa que repartir culpas.
Al margen de los actores materiales de la suspensión, no deja de ser preocupante la ausencia de mentes brillantes y gestiones valientes que compensen tanta incoherencia y desatino. Ayer no hubo fútbol en Salta, pero los actores (dirigentes, policía) sí jugaron entre ellos. Y se pasaron “la pelota” de las responsabilidades.
Fuente: El Tribuno Salta
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